Las obras, que toman forma en pinturas, instalaciones y fotografías, surgen de una práctica de colaboración con la materia animada, que le indica a cada artista qué hacer, cómo comportarse; no son sólo el resultado de una voluntad sino el efecto de otro agente que tiene sus propias intenciones, fuerzas y potencias.
Leila Tschopp — Florencia Qualina
Carolina Baldomá
Carolina reorganiza su técnica en colaboración con el mundo natural, con quien compone la imagen, y la hace aparecer. La obra emerge de un proceso de aprendizaje en el que la artista ensaya una serie de gestos indirectos que se fijan en la superficie: cuánto tiempo permitir la deriva del papel en el agua o cuáles son los modos de obtener el roce de una ola en la hoja.
Mariano Benavente
La pintura de Mariano es la manifestación del tiempo acumulado: un tiempo personal e histórico a la vez. Pero esa acumulación no se da solamente por la sumatoria y lo ganado sino también por las retiradas, las fugas y todo lo que se escapa. El sedimento material deja ver los gestos, tanto los que hace el pincel cargado de pintura como los que hace la mano que borra, que raspa la superficie, que quita lo hecho. La imagen se construye en un borde, como un doble acto por el cual algo puede aparecer y también perderse.
Florencia Caiazza
Florencia antes que nada, observa. Presta atención a los gestos pequeños, los oficios “menores”, las marcas invisibles que nos rodean diariamente. Construye su práctica artística recuperando y apropiándose de haceres manuales con los que arma un alfabeto de trazos y acciones mínimas, ocultas. Las pinturas-esculturas se convierten en muros, en cielos perforados, en cavernas que registran el paso de un cuerpo que toca para ver.