Huye el día

del 14 de agosto al 20 de septiembre

Con curaduría de Leila Tschopp y Florencia Qualina, la muestra reúne obras de Carolina Baldomá, Mariano Benavente, Florencia Caiazza, Maximiliano Firpo, Marina Heredia y Ailén Ibarra.
 
Huye el día se organiza en relación a obras que hablan a través de restos, huellas, sedimentos, como un eco de Virgilio: Sed fugit interea fugit irreparabile tempus «pero  huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo». Cada obra es un intento prometeico de asir el mundo a través de gestos y acciones sobre la materia. En ocasiones el fruto es sutil, ingrávido; en otras la condensación es densa, casi impenetrable; así se nos dan a ver vestigios de la militancia en la calle; marcas que aparecen luego de observar con atención un rastro minúsculo en una superficie; entidades de arcilla; flores parpadeantes; un océano sellado en el papel; el inventario de una vida que habitaba cierta casa.

Las obras, que toman forma en pinturas, instalaciones y fotografías, surgen de una práctica de colaboración con la materia animada, que le indica a cada artista qué hacer, cómo comportarse; no son sólo el resultado de una voluntad sino el efecto de otro agente que tiene sus propias intenciones, fuerzas y potencias.

Leila Tschopp — Florencia Qualina

Carolina Baldomá

Carolina reorganiza su técnica en colaboración con el mundo natural, con quien compone la imagen, y la hace aparecer. La obra emerge de un proceso de aprendizaje en el que la artista ensaya una serie de gestos indirectos que se fijan en la superficie: cuánto tiempo permitir la deriva del papel en el agua o cuáles son los modos de obtener el roce de una ola en la hoja.

Mariano Benavente

La pintura de Mariano es la manifestación del tiempo acumulado: un tiempo personal e histórico a la vez. Pero esa acumulación no se da solamente por la sumatoria y lo ganado sino también por las retiradas, las fugas y todo lo que se escapa. El sedimento material deja ver los gestos, tanto los que hace el pincel cargado de pintura como los que hace la mano que borra, que raspa la superficie, que quita lo hecho. La imagen se construye en un borde, como un doble acto por el cual algo puede aparecer y también perderse.

Florencia Caiazza

Florencia antes que nada, observa. Presta atención a los gestos pequeños, los oficios “menores”, las marcas invisibles que nos rodean diariamente. Construye su práctica artística recuperando y apropiándose de haceres manuales con los que arma un alfabeto de trazos y acciones mínimas, ocultas. Las pinturas-esculturas se convierten en muros, en cielos perforados, en cavernas que registran el paso de un cuerpo que toca para ver. 

Maximiliano Firpo
 
El registro documental forma parte de la pintura de Maximiliano: rescata las huellas de tiempos, agentes y acciones en el territorio de la calle. A partir de un procedimiento de copia que deja marcada la presencia sucesiva de otrxs, su obra trae el lugar del tránsito, el desplazamiento y la movilización y lo ubica en la sala. De ese modo, la pintura se convierte en una práctica espacial hecha de recorridos e historias, personas, itinerarios y acciones colectivas. 
 
Marina Heredia
 
Sus fotos ponen en escena objetos, reliquias, cosas. Son huellas de una vida humana y también son protagonistas de su propia ficción. Aislados del contexto cotidiano en el que los objetos se relacionan con otros de formas habituales, las cosas aquí expresan su propia ánima, hacen y se comportan movidas por su propia vitalidad. Como en un teatro de miniaturas, los objetos personales que retrata son rastros de múltiples historias. 
 
Ailén Ibarra
 
En sus esculturas, la arcilla construye el cuerpo de entidades que toman, invaden y ocupan el espacio de la sala. Emergen del piso y las paredes como presencias intrigantes y ambiguas, animales o vestigios de una cultura. Al mismo tiempo, la arcilla como materia encarna el paso del tiempo, registra el peso y las fuerzas del espacio que la afectan. A diferencia de una escultura que sueña con monumentos inalterables, los seres que construye Ailén se agrietan y resquebrajan a lo largo de los días, muestran los signos de la transformación que sufren las cosas de este mundo, perecen y vuelven a surgir, modificados.