Signada por el desempleo y la corrupción, empieza a ser rescatada, incluso por generaciones que no la vivieron. Las zonas luminosas de 10 años oscuros.
Tomás Balmaceda
Cantar y saltar con Fito Páez o Guns N’ Roses en un recital multitudinario. Comer en familia viendo a Mirtha Legrand o a Marcelo Tinelli en la TV.
Ir al cine a sorprenderse con los dinosaurios de Jurassic Park, las aventuras de Toy Story o los efectos de Matrix. Las tres escenas podrían haber pasado en 2022… O hace tres décadas.
Como nunca antes, los 90 están presentes en nuestra cotidianidad y, aunque muchas cosas cambiaron con el transcurso del tiempo, otras parecen una continuidad.
Lo que vivió el mundo en general y la Argentina en particular en aquella década es único y difícil de aprehender en un solo concepto, pero tras un período de ostracismo, este período comienza a ser revisitado bajo una nueva luz, tanto en el campo de la política y la sociedad como en el arte y hasta la gastronomía.
La fatídica amenaza “vuelven los 90” ahora parece estar resignificándose como un espacio abierto a poder entender mejor qué nos pasó como sociedad.
Y es que se trata de una década de contrastes de la que por años casi ni se habló: el cierre fatídico con 39 muertos del ciclo de supuesta bonanza de la Convertibilidad, en diciembre de 2001, generaba tanta vergüenza y dolor que todo lo noventoso se volvió infame.
Sin embargo, ahora, esa década es redescubierta por los más chicos y revalorada por quienes la vivimos como un momento único en la historia mundial y del país.
Mucho de lo que creemos que siempre existió nació en los 90: Internet, la globalización, los teléfonos celulares, la salida del clóset de la diversidad, el cruce de espectáculos y política, los grandes recitales.
Hay una creciente nostalgia por los 90 y quizá sea porque, a pesar de sus conflictos, aquellos que la vivimos comenzamos a sospechar que tal vez no todo fue tan malo.
Mucho de lo que creemos que siempre existió nació en los 90: Internet, la globalización, los teléfonos celulares, la salida del clóset de la diversidad.
En tiempos en donde los extremos se vuelven atractivos y la polarización se instaló como la lógica por default en casi cualquier discusión, repensar esos diez años tildados de frívolos, irresponsables y vacíos de sentido parece requerir cierta valentía, aunque el mismo movimiento pendular de los intereses sociales ahora nos esté acercando a una revalorización absolutamente inesperada.
Un dato acaso menor, pero no irrelevante: en octubre del año pasado, una agrupación llamada M.E.N.E.M. (Movimiento Estudiantil del Nuevo Encuentro Mayoritario) ganó las elecciones del Centro de Estudiantes de la Universidad Di Tella con el 53% de los votos. ¿Cómo es que el riojano, dos veces presidente en una década signada por la corrupción política y la frivolidad, se volvió un estandarte para universitarios que no vivieron bajo sus dos gestiones?
Carlos Saúl Menem está siendo rescatado, también, por el partido Libertad Avanza. Su líder, Javier Milei, repite a quien quiera oírlo que “el primer gobierno de Menem fue el mejor gobierno de la historia”.
No hay duda: los 90 fueron años de desocupación récord, cierre de fábricas, protestas sociales y endeudamiento feroz.
Pero también fueron años en que las fronteras entre los países se volvieron más permeables, la cultura floreció a todo nivel y se extendió a más personas, y se popularizaron dispositivos y tecnologías que hoy nos parecen imprescindibles.
<< Agradecemos a Tomás Balmaceda y a Pablo Shanton por su colaboración >>